¿Y si dejáramos atrás las Inteligencias Múltiples?
- Miquel Flexas
- 21 mar
- 2 Min. de lectura
¿Tiene sentido hablar de Inteligencias Múltiples en un enfoque por competencias?

Durante las últimas décadas, las Inteligencias Múltiples (IIMM), propuestas por Howard Gardner, se han convertido en una referencia recurrente en muchas escuelas. Han servido como punto de partida para promover una visión más inclusiva del aprendizaje, valorando formas diversas de talento y estimulando la creatividad docente. Sin embargo, en pleno 2025, muchos docentes nos preguntamos: ¿siguen siendo necesarias? ¿Aportan algo esencial que no contemple ya el marco competencial?
De las IIMM al enfoque competencial: dos visiones del aprendizaje
Las IIMM plantean que existen diferentes "tipos" de inteligencia: musical, corporal, lógico-matemática, verbal, naturalista, espacial, interpersonal e intrapersonal. Aunque han sido acogidas con entusiasmo en el ámbito educativo, la comunidad científica ha cuestionado su validez empírica, especialmente desde la neurociencia. Aun así, muchas instituciones educativas las han incorporado como eje del diseño metodológico.
Por otro lado, el marco competencial, presente en el currículo actual y respaldado por organismos como la OCDE o la Comisión Europea, entiende el aprendizaje como la capacidad de movilizar conocimientos, habilidades, actitudes y valores para actuar eficazmente en contextos reales y complejos.
¿Dónde encajan entonces las IIMM?
Aquí surge la tensión pedagógica:
¿Deben las IIMM seguir guiando la planificación docente si ya trabajamos por competencias?
¿No son las competencias una forma más completa, rigurosa y contextualizada de entender el aprendizaje?
La respuesta puede incomodar: las Inteligencias Múltiples, como modelo teórico, no son necesarias ni suficientes en un enfoque competencial. Y en algunos casos, incluso pueden resultar contraproducentes.
Tres razones para superarlas
1. Las competencias ya contemplan la diversidad. El enfoque competencial parte de que no todos aprendemos igual, ni demostramos lo aprendido de la misma forma. Permite que un alumno resuelva un reto con distintas estrategias, herramientas o lenguajes, sin necesidad de etiquetarlo como "visual" o "kinestésico".
2. Las IIMM no son evaluables ni transferibles. Una de las mayores limitaciones del modelo es que no permite establecer criterios de evaluación claros ni verificables. En cambio, las competencias sí ofrecen indicadores observables y transferibles a contextos reales.
3. Pueden generar etiquetas limitantes. Decir que un alumno es "musical" o "lógico" puede sonar inclusivo, pero también puede convertirse en una jaula. Las competencias, en cambio, no hablan de lo que el alumno "es", sino de lo que "puede hacer" con lo que sabe, siente y valora.
¿Sirven para algo entonces?
Podrían tener un valor limitado como fuente de inspiración metodológica, si se utilizan con criterio: para diversificar actividades, conectar con intereses del alumnado o estimular su motivación inicial. Pero no deberían condicionar la programación ni convertirse en el eje de una propuesta pedagógica.
Conclusión: más allá del dogma
Las Inteligencias Múltiples fueron, en su momento, una brújula importante para abrir la mirada sobre la diversidad del alumnado. Pero hoy, el enfoque competencial ofrece una respuesta más completa, actual y rigurosa a los retos del aprendizaje.
Superar las IIMM no es renunciar a la diversidad, sino dejar de encasillarla.
Si realmente queremos que cada alumno aprenda, se exprese, actúe y crezca, dejemos de hablar de "tipos de inteligencia" y empecemos a hablar de "capacidades para actuar".
¿Y tú, aún trabajas con las Inteligencias Múltiples? ¿O ya has dado el salto al enfoque competencial? Te leo en comentarios.
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